martes, 30 de abril de 2013

ADOLESCENCIA, MARCO TEORICO




VISIÓN GENERAL DE LAS CARACTERÍSTICAS QUE EN LA ACTUALIDAD PRESENTA LA ADOLESCENCIA


Para ello no basta con conocer textos clásicos sobre la adolescencia, sino realizar una intencional lectura de las conductas actuales, individuales, grupales y sociales, ya que éstas se modifican rápidamente en función de los también rápidos cambios sociopolíticos.
Por ello consideraremos:
  1. Las características propias de la etapa adolescente en cuanto a necesidades evolutivas, y
  2. La matriz sociocultural que otorga el matiz especial a la misma, o dicho de otro modo, que favorece o provoca una gama de respuestas sintomáticas determinadas, merced a diferentes mecanismos que interjuegan con las necesidades adolescentes antes mencionadas y la oferta cultural que se les hace.


Es interesante observar, como si bien los cambios sociales los realizan los adultos, los adolescentes son los que las muestran, dramatizan y padecen. Este mostrar los cambios, los hace muchas veces los depositarios de las dificultades sociales, suelen expresar sus críticas con actuaciones que si bien son el negativo de los valores declamados oficialmente, generalmente son denuncia, mostradas como acciones desajustadas.
Esta actitud se quiso ponderar como “revolucionaria”. Respecto a ello se tienen serias dudas, pues esta visión pseudoidealista del adolescente, pareciera actuar como una de las tantas formas de “mitificación”, con que se quiere encubrir el verdadero drama, ya que en esa supuesta actitud revolucionaria, la gran mayoría de las veces, de una u otro forma él es quien resulta víctima.

EL ADOLESCENTE - ¿SUJETO U OBJETO DE UN MOMENTO DE INTERÉS?

¿Cómo aparece el interés en el adolescente? Pareciera ser que de varias formas, o por varios motivos. Aumento de la cantidad de jóvenes, falta de ocupación laboral, alargamiento de la etapa en la civilización tecnificada, conductas disarmónicas de los jóvenes, descubrimiento como importante mercado, etc. En la literatura psicológica apareció durante una década como un descubrimiento fascinante. Mucho se escribió, sobre los duelos, la identidad, la moratoria social. Tomó incluso ribetes poéticos, desató “enamoramientos científicos”, exaltaciones ideológicas como etapa revolucionaria. Algunos defendieron la adolescencia como el germen paradigma del cambio social.
Se demostró así, más claramente la relación entre lo cultural, lo social y lo psicológico.
La psicología profunda descubre la reedición conflictiva de los momentos evolutivos cronológicos o lógicos no cumplidos o deficientemente transcurridos.
Todo rápido, de golpe.
Este placer ya no tenía que esperar, era casi mágico. Esta postura económico-moral, que imperó en la Argentina del pseudoedonismo, que se parece mucho a la solución que se espera lograr con una droga, dejó evidentemente sus secuelas.
Fueron los mismos padres los que en el marco de la supuesta liberación económica cambiaron o renegaron del valor del trabajo. Fueron los padres los que no pudieron sostener el valor de la legalidad. La preocupación pasaba por comprar lo más barato posible la electrónica más moderna. Si era de contrabando o sea, ilegalmente mejor.
Todas las clases sufrieron el impacto de la conquista del oro en transistores. Los más pudientes especularon. Los carenciados vieron mas acrecentadas las diferencias y trataron de acceder como pudieron a ese mundo en colores brillantes que mostraba la T.V. “El reparto de las tentaciones” fue distribuido democráticamente.
¿Qué correlato tuvo esto para el adolescente? En realidad no le quedó a quién oponerse, su necesidad de acción se vio justificada en su necesidad de modelos, aunque sea para desafiarlos, quedó frustrada, los parámetros para sostener el crecimiento se perdieron en una crisis de las creencias y los valores que en lugar de servirle para el cambio por contrates, lo dejaron navegando en un mar donde cada uno busca algún madero para salvarse del naufragio.
Ante esto, releer algunos textos que dicen sobre la crisis del adolescente y su familia, respecto a la coalición que provoca la cultura propia del joven con la de su grupo primario, nos provoca cierta duda en cuanto a su actualidad, al menos universal.
Si se observa un poco, se verá cómo en lugar de darse esta confrontación de pautas y valores, aparece frecuentemente la idealización de las conductas adolescentes como modelo, en lugar de esa antigua e ineficiente que se reconoce en los padres o el padre. Esto puede ser expresado y aceptado por ambos o por uno solo de los progenitores, hablando del otro.
Esto parece ser un modelo social. Después de todo el adolescente no tiene el mejor cuerpo, no es mas agresivo, no hace las cosas sin pensar tanto, no disfruta de la vida, no está liberado de tanto prejuicio, no hace la “suya”...?
Los medios de propaganda no lo toman acaso como modelo y objeto deseable a él físicamente y a su “cultura” o mejor dicho la que le asignan.
En este aparente reino de la juventud, donde se muestra como ganador “lo joven”, “el joven” es el verdadero perdedor. Se lo glorifica pero se lo deja solo, no puede triunfar porque “él es el triunfo”, se muestran como valores lo que solo son parte de sus características, (y si se toma a estos y se los muestra comercialmente no como propios de un momento de vida crítico sino como verdaderas necesidades para vivir).
No se muestra esa enorme energía vital como potencial para utilizarlo creativamente, se lo muestra como un objetivo en sí deseado, envidiado y que debe mantenerse así, sin “bajones”.
La necesidad de acción física se trastoca en conducta de acción, la potencia genital en éxito y consumo, la necesidad de separación del grupo primario en degradación de lo viejo.
La crítica y el cuestionamiento que necesita hacer, en lugar de sostenerse como marco para el crecimiento se lo devuelve tramposamente convertida en aceptación masiva de toda su conflictiva que en lugar de ser tomada como etapa de crecimiento se la muestra como forma terminada de vida. Esto se puede ver a nivel familiar, escolar o institucional.
La aceptación es doblemente tramposa, ya que por un lado se lo muestra como “ser terminado”, por ende se le dificulta el proyecto, pero además la sociedad le reclama cuando esas mismas conductas que apoya la propaganda, esos mismos ideales, esa misma moral pasatista, son adoptadas por el adolescente se lo critica e incluso cuando aquel que tiene una estructura de personalidad proclive utiliza la acción, (esa misma acción que se legaliza en tantos aspectos), como medio para satisfacer desajustadamente las necesidades que también se le imponen, esa misma sociedad pide su castigo.
Llegado este punto habría que continuar con un análisis mas profundo de los medios de difusión y las instituciones que se suponen reemplazan la trama relacional primaria.


EL SÍNTOMA - QUÉ TRATAR?


Se mencionaron algunas ideas que apuntan a poder descifrar algunas pautas que son incorporadas a la relación vincular y a las relaciones interpersonales de los jóvenes.
Otro aspecto sobre el cual se debe incursionar es sobre que debería realizar en un trabajo de prevención primaria. No se trata aquí de las técnicas, ni el encuadre, ni los objetivos, sino pensar sobre el elemento posible de ser vulnerable. Luego se verá con qué se lo vulnera.
El panorama se presenta complejo. A fin de analizarlo se podría pensar que cuando aparece un cuadro “patológico”, sobre todo referido a las manifestaciones actuales más comunes, como la drogadicción, la violencia o la delincuencia, se pueden distinguir tres elementos:
  1. Una estructura de personalidad previa
  2. Una circunstancia desencadenante, que bien puede ser un elemento comercialmente valioso que se promueve como una droga.
  3. Una cultura que ofrezca como válida y sostenga como válida una determinada modalidad.
Siguiendo este razonamiento entendemos que la estructura de personalidad tiene que ver con las primeras relaciones vinculares, infantiles y por lo tanto no es posible afrontarlas sino desde un encuadre que no coincide con los recursos de prevención primaria dirigidos al adolescente.
La circunstancia que algunos autores llaman desencadenante, es por un lado aleatoria e imprescindible, y si está vinculada a un elemento comercial, que buscando como se dijo explotar las características propias del joven, se introduce en el mercado siguiendo la ética desde la cual, “lo bueno es lo que se vende mas o mejor”, es prácticamente imposible considerarla evitable.
El tercer punto, o sea la cultura que sostiene las posibles modalidades sintomatológicas, si se considera que es abordable como elemento desde la prevención primaria.
En primer lugar, dicho elemento corresponde a este nivel de prevención porque está presente más allá de que el adolescente, adopte o no un determinado síntoma. Decimos que está presente como condición para que aparezca un síntoma o una gama de ellos y a partir de allí denuncia su presencia e importancia. (Por qué ahora los muchachos optan por la drogadicción o la violencia, o ambas?).
No interesa tanto qué ámbito elegiremos para trabajar, pero allí va a estar presente con sus valores y su código. Aparece engañosamente disfuncional al sistema cuando es marginal, como el negativo de la cultura oficial y sin embargo, forma un conjunto indisoluble a veces, para mantener ese sistema oficial y es absolutamente funcional al mismo.
En la necesidad de un recorte espacial propio, en una teoría de la vida propia, al adolescente se le ofrece una alternativa decorada de independencia y rebeldía, que muchas veces lo lleva a la dependencia y a ser un esclavo tan peculiar que paga para mantener su propia esclavitud y su hambre de muerte. El concepto de cultura que manejamos en lo expresado es el de cultura como “cultivo”, o sea la simiente que voluntariamente se siembra y se cuida esperando que de un fruto, es lo que se coloca en lo profundo para que luego aparezca algo de lo cual es razón de existencia.
La cultura de los valores, que se expresan a través de las actitudes, los modos, el código de comunicaciones en el endogrupo y con el exogrupo.
Es muy interesante ver el fenómeno que se produce cuando se “desmitifica” una actitud cultural que el grupo consideraba portadora de un determinado valor, mostrándola cuando lo es, contrapuesta a lo que suponían. Esto solo, muchas veces sirve como cuña para permitir la palabra del otro de afuera. Para ello por supuesto, primero hay que brindar la escucha al grupo.
Es importante observar, cómo a veces aparece una cultura adictiva, antes que aparezca algún adicto en un grupo.
No se está planteando en este apartado, oponer a una cultura “marginal” la cultura “sana” como intento de suprimirla.
Esto no responde a un principio ético, sino práctico. La experiencia muestra que cuando se intenta el control o supresión, en general ocurre un fenómeno de reforzamiento de las modalidades culturales, que se cristalizan y se polarizan dando a lo que veces solo son manifestaciones grupales disidentes la consistencia de una “contracultura” que se generó por presión de otra supuestamente distinta, pro que adopta conductas y a veces “vicios” muy similares. (En general conductas de acción). A modo de ejemplo se puede mencionar lo que ocurre cuando se forman grupos especiales o brigadas para actuar en contra de alguna modalidad “antisocial”.
Se trata de actuar sobre la cultura para mostrar cuántos de sus valores son coincidentes con lo que creen depender los integrantes del grupo y si son o no funcionales a sus verdaderas necesidades o no tienen conexión con ellas.


DESDE DÓNDE HACER Y “CUÁL HACER”
Podría tener varios ámbitos, el institucional, el comunitario o el familiar. Sin embargo, y en un relativo “a priori” vamos aquí a considerarla desde el mismo grupo etario como eje de la programación. Para mencionar esto, tomamos en consideración que el trabajo en instituciones, por ejemplo escuelas, o a partir de la familia, son archiconocidos, o mejor dicho reconocidos, por lo tanto no creemos que haya que agregar mas a las propuestas desarrolladas, al menos desde la bibliografía o desde las declaraciones, si bien tenemos que su extensión en la aplicación es mucho mas escasa que en las declamaciones y que respecto a las técnicas y metodologías utilizadas institucionalmente sobre todo, la carencia de formación es grave.
De todos modos, se acepta la importancia otorgada a estos ámbitos, no se desarrolla mas el tema ya que escapa por la extensión que habría que dedicarle a este trabajo, que incluso por extensión y acción inversa, enhebra tanto el ámbito familiar como el institucional, si es que se lo interpreta en todas sus posibilidades.
La propuesta se refiere al grupo de pares. Al grupo que naturalmente tiende a formar, y necesita formar el adolescente para reafirmar su identidad y disminuir su angustia ante la separación de sus padres.
Esto, ligado al slogan de que “son el futuro de un país o futuros adultos”, configura una postura ideológica desde la cual se aisló al adolescente fabricándole un “lugar propio” (que sí lo necesita), a través de la vestimenta, los clubes, los boliches, etc., donde pueda hacer lo que quiera y precisamente sentir que al poder hacer lo que quiere, no es lo que necesita. Es esta una forma, que comercialmente trae su rédito, de dejarlo “solo”, de abandonarlo bajo una máscara de libertad.
Repetimos, necesita su propio espacio, pero no para sentirse recluido en él, como en un jardín de infantes cultural, necesita reconocerse entre sus iguales, pero no tanto como para formarle un mundo propio, sino compartir desde allí el mundo amplio de su realidad histórica. Necesita jugar roles internos en ese grupo, pero necesita jugar papeles junto a los adultos que lo guíen, lo valoricen, lo critiquen, le enseñan, lo quieran, no para invadir masivamente sus intentos de independencia sino para mostrar opciones de vida.
Pareciera que esta tendencia “a separar” por un supuesto respeto a las necesidades de cada edad, se está convirtiendo peligrosamente en un modo social que bordea el abandono. Abarcó primero a los adolescentes y llegó hasta los infantes, pero se los respeta tanto que cada vez se los aleja mas de los padres. En los jardines maternales, en las habitaciones mas alejadas de la casa, en las vacaciones, en la cantidad de horas compartidas.
Se toma solo uno de los elementos del par ambivalente que conforman la intensa necesidad en cuanto a la independencia - dependencia que expresa el adolescente. Casi reiterativamente se hace hincapié en uno solo, sin querer reconocer que son dos pedidos indisolubles que forman una sola unidad de demanda y que configura así la verdadera dificultad para los padres y adultos. Es este el punto crítico donde se dividen las aguas y aparecen las diferencias entre la contención, la represión o el abandono (directo o encubierto de libertad) la autoridad o el autoritarismo, la norma estereotipada o la norma como camino.
La sutileza retórica de los términos, en este caso no se correlaciona con la grotesca diferencia entre los resultados logrados en el desarrollo del adolescente cuando se confunden los mismos en la relación vincular.
Estas consideraciones, no son vanas sino que pretender ser el encuadre general explicativo del por qué y el cómo de la tarea grupal que se propone. Por eso se dice que no es un grupo terapéutico ni de los llamados de discusión, o de los últimos inventados como los recreativos. En todo caso, se toman aspectos de todos, pero como momentos o técnicas grupales y nada más.
La propuesta es un encuadre hacia afuera, con una coordinación que juegue conscientemente como modelo identificatorio de “salida al mundo”.
El grupo forma el contexto contenedor directo, sustituto primario, sostenedor de interjuego y ensayos internos, pero promotor de ensayos externos en un permanente ir y venir entre los cuales se alimenta el crecimiento de la confianza, la autonomía y la identidad. No se trata de reproducir un espacio se trata de interjugar en la realidad y de contar con un espacio donde metabolizar, analizar, comprender, reconocer, entender los logros, las dificultades y la compleja red social en la que estamos insertos. Se trata de tener una amplia gama de modelos identificatorios y un lugar desde donde puedan “hablar”. Se trata de favorecer un proceso natural y necesario desde donde vivenciar las propias posibilidades juntamente a la necesidad del otro, en un proceso de complementariedad del cual pueda surgir “el compartir” como proceso inherente a la humanidad. En lo grupal se vivenciará como la discriminación dentro de la cohesión.

lunes, 29 de abril de 2013

Cómo funcionan las “granjas”

El psicoanalista Antonio Moyano es experto en rehabilitación de personas con adicciones. Aquí, cuestiona el método del encierro y la metodología usada en centros como el de Del Viso.


Hace 25 años que Antonio Justino Moyano atiende personas que tienen un uso problemático de sustancias ilegales, muchos provienen de comunidades terapéuticas de puertas cerradas. Un 15 por ciento, arriesga, estaba en esos lugares contra su voluntad, luego de que sus padres o familiares los hicieron internar ilegalmente y por meses. “Las primeras veces hablan con las manos detrás de la espalda y tienen los reflejos condicionados: piden permiso para ir al baño”, dice sobre algunos de los pacientes que atiende en su consultorio, en la ciudad bonaerense de Morón. Muchos son sometidos, humillados y se les genera culpa. “Y ese discurso cuadra con lo que las familias quieren escuchar: que la culpa la tiene la ‘junta’, los amigos. Lo mismo dicen los padres de los otros chicos de la ‘junta’. En verdad, la junta son todos”, dice.

Este psicopedagogo y psicoanalista se formó en el Centro de Altos Estudios en Ciencias Exactas (Caece) y luego en Italia, bajo los preceptos de dos prestigiosos psicoanalistas ingleses, Harold Bridger y Wilfred Bion, cofundadores del instituto Tavistock. Ambos delinearon el concepto de terapias grupales. “No de 80 personas, sino de un máximo de 8 o 9 y con mucho trabajo individual, porque las personas tienen que conocerse a sí mismas”, aclara. Moyano no niega que pueda ser útil en algún caso la internación prolongada: “Pero nadie puede secuestrar a otros”.

Lo que ocurre en lugares como Volviendo a la Esencia, dice, es algo que se asemeja a la lógica de las sectas. “Adentro se crea el fenómeno ‘culto’. Los directores de estos lugares apelan a lo mágico para curar y ellos mismos se transforman en figuras inalcanzables. Todo vale para salir de las drogas, ante la ineficiencia y la credibilidad se va para cualquier lado. El discurso de estos directores hacia los parientes es: ‘Me dijiste que lo cuidara, no cómo’”, resume Moyano, quien trabajó en el Fondo de Ayuda Toxicológica (FAT) junto a Alberto Calabrese, actual director del área de Adicciones del Ministerio de Salud de la Nación.

–El supuesto director “terapéutico” de Volver a la Esencia, Cristian Seoane, afirma que lo más importante de la terapia es la ayuda de un adicto a otro, más allá de los profesionales del campo psicológico y los trabajadores sociales. ¿Qué opinión le merece ese concepto?

–Es muy importante el acompañamiento de aquel que ya salió del problema, como es importante que si yo tengo un infarto charle con otro que lo tuvo, pero él no me va a curar. Me va a curar el médico, y en el caso de las adicciones podrá ser un psiquiatra, un psicólogo, un psicopedagogo, un trabajador social, un docente o un grupo interdisciplinario de trabajadores de la psiquis. Con el que atravesó el problema y lo pudo superar se comparte el dolor, las dificultades y algunas acciones, como las mismas ganas de consumir, el haber robado quizás, el haberse prostituido. Eso puede ayudar, pero lo que diga de cómo él se curó no va a ser igual en otra persona. Ayuda pero no cura. Los seres humanos no vivimos de aprender conductas, de reflejos, sino de la posibilidad de razonar, y en tanto y en cuanto no asumamos cuál es la enfermedad a la que responde el síntoma es imposible curar, porque no se cura desde el síntoma, sino desde lo que subyace. Esta es la falencia mayor, por lo tanto el consumidor “adicto” necesita reforzar diariamente el reflejo condicionado del no consumir.

–¿A qué atribuye el accionar ilegal e inhumano de este tipo de comunidades a puertas cerradas?

–Creo que el hecho de no poder manejar la “cura” de las adicciones derivó en una continua improvisación de aquellos que no lograron aggiornarse a los tiempos que corren. El tema de la formación es básico en esto, conocer la psiquis, porque el adicto de hace 40 años no es el de ahora. El consumo se expandió: hoy un pibe que no fuma un porro a los 15 es raro porque ese uso forma parte del ser adolescente. Un viejo paciente, cocainómano, me decía que temía por su hijo que fumaba porque él había llegado a la enfermedad por ese camino. Pero hay drogas y drogones, hay tipos que no pueden consumir socialmente, porque su estructura no se lo permite. En algunas comunidades se encierra al paciente porque es lo que la sociedad no quiere ver, tampoco los padres, las familias, las escuelas, instituciones, gobiernos. Hablo de una sociedad que no contiene, encierra y termina siendo agresiva.

–Y además aparece un negocio muy rentable.

–Hay una ley que obliga, a pesar de la inconveniencia económica de las obras sociales, a la atención obligatoria de esta problemática. También a ellas les conviene este encierro, no les conviene el enfermo crónico, por lo tanto lo encierra y se hace cargo una sola vez de un tratamiento de esta dimensión. Nos cuesta a todos admitir que en nuestra sociedad tenemos gente con esta problemática. Por ejemplo: si una amiga llama porque su hijo tiene leucemia, salís corriendo a ayudarla. En cambio si llama para contarte que se droga, a ella le va a dar vergüenza contarlo y del otro lado, posiblemente sea juzgada. Además, los controles son pocos. Tengamos en cuenta que es una enfermedad social y que la mente no es auditable, por lo tanto, los controles tampoco son auditables.

–Algunos familiares dijeron que el lugar funcionaba como una secta.

–Es el fenómeno culto. El mensaje adentro de la comunidad terapéutica es: “Somos la familia, todos vamos a salir”. Y vienen las canciones, las arengas y las confrontaciones. Me acuerdo de un paciente al que lo tuvieron dos días mirando la pared y diciendo “soy culpable, soy una mala persona”, mientras los demás internados, o la “familia”, como les dicen, se turnaban para mantenerlo despierto. Entonces ese aislamiento, más cuando es involuntario, niega la posibilidad de la palabra. Si lo convertís en monaguillo, toca una línea de cocaína y al otro día se pide dos gramos. Recae y va hasta el fondo. Los parientes prueban, primero charlan, después derivan a un psicólogo y cuando no funciona se cansan y los guardan en una comunidad. Las madres me dicen: antes de que me lo traigan muerto prefiero que lo tengan encerrado. Y adentro todo vale. Si el paciente que entró por propia voluntad cuenta a un profesional que se quiere ir, puede pasar que éste vaya y lo cuente a todos los demás internados y lo aprieten, convirtiendo la internación en una detención. La voluntad es básica en todo esto. Si no querés, no te curás

Bienvenidos al Blog

Buenos días, les doy la bienvenida a mi blog personal, el cual fue creado para la asistencia, el aprendizaje y la posibilidad de encontrar un espacio en el cual sentirse libres y contenidos. A lo largo de mi vida he tenido la posibilidad de crecer, aprender, capacitarme y sobre todo ayudar al otro y aquí,  encontrarán un lugar de asistencia, debate, sinceramiento y acercamiento. Les mando un saludo grande y espero ser útil en lo que necesiten.