VISIÓN
GENERAL DE LAS CARACTERÍSTICAS QUE EN LA ACTUALIDAD PRESENTA LA
ADOLESCENCIA
Para
ello no basta con conocer textos clásicos sobre la adolescencia,
sino realizar una intencional lectura de las conductas actuales,
individuales, grupales y sociales, ya que éstas se modifican
rápidamente en función de los también rápidos cambios
sociopolíticos.
Por
ello consideraremos:
- Las características propias de la etapa adolescente en cuanto a necesidades evolutivas, y
- La matriz sociocultural que otorga el matiz especial a la misma, o dicho de otro modo, que favorece o provoca una gama de respuestas sintomáticas determinadas, merced a diferentes mecanismos que interjuegan con las necesidades adolescentes antes mencionadas y la oferta cultural que se les hace.
Es
interesante observar, como si bien los cambios
sociales los realizan los adultos, los
adolescentes son los que las muestran, dramatizan y padecen. Este
mostrar los cambios, los hace muchas veces los depositarios de las
dificultades sociales, suelen expresar sus críticas con actuaciones
que si bien son el negativo de los valores declamados oficialmente,
generalmente son denuncia, mostradas como acciones desajustadas.
Esta
actitud se quiso ponderar como “revolucionaria”. Respecto a ello
se tienen serias dudas, pues esta visión pseudoidealista del
adolescente, pareciera actuar como una de las tantas formas de
“mitificación”, con que se quiere encubrir el verdadero drama,
ya que en esa supuesta actitud revolucionaria, la gran mayoría de
las veces, de una u otro forma él es quien resulta víctima.
EL
ADOLESCENTE - ¿SUJETO U OBJETO DE UN MOMENTO DE INTERÉS?
¿Cómo
aparece el interés en el adolescente? Pareciera ser que de varias
formas, o por varios motivos. Aumento de la cantidad de jóvenes,
falta de ocupación laboral, alargamiento de la etapa en la
civilización tecnificada, conductas disarmónicas de los jóvenes,
descubrimiento como importante mercado, etc. En la literatura
psicológica apareció durante una década como un descubrimiento
fascinante. Mucho se escribió, sobre los duelos, la identidad, la
moratoria social. Tomó incluso ribetes poéticos, desató
“enamoramientos científicos”, exaltaciones ideológicas como
etapa revolucionaria. Algunos defendieron la adolescencia como el
germen paradigma del cambio social.
Se
demostró así, más claramente la relación entre lo cultural, lo
social y lo psicológico.
La
psicología profunda descubre la reedición conflictiva de los
momentos evolutivos cronológicos o lógicos no cumplidos o
deficientemente transcurridos.
Todo
rápido, de golpe.
Este
placer ya no tenía que esperar, era casi mágico. Esta postura
económico-moral, que imperó en la Argentina del pseudoedonismo, que
se parece mucho a la solución que se espera lograr con una droga,
dejó evidentemente sus secuelas.
Fueron
los mismos padres los que en el marco de la supuesta liberación
económica cambiaron o renegaron
del valor del trabajo. Fueron los padres los que no pudieron sostener
el valor de la legalidad. La preocupación
pasaba por comprar lo más barato posible la electrónica más
moderna. Si era de contrabando o sea, ilegalmente
mejor.
Todas
las clases sufrieron el impacto de la conquista del oro en
transistores. Los más pudientes especularon. Los carenciados vieron
mas acrecentadas las diferencias y trataron de acceder como pudieron
a ese mundo en colores brillantes que mostraba la T.V. “El reparto
de las tentaciones” fue distribuido democráticamente.
¿Qué
correlato tuvo esto para el adolescente? En realidad no
le quedó a quién oponerse, su necesidad de
acción se vio justificada en su necesidad de modelos, aunque sea
para desafiarlos, quedó frustrada, los parámetros para sostener el
crecimiento se perdieron en una crisis de las creencias y los valores
que en lugar de servirle para el cambio por contrates, lo dejaron
navegando en un mar donde cada uno busca algún madero para salvarse
del naufragio.
Ante
esto, releer algunos textos que dicen sobre la crisis del adolescente
y su familia, respecto a la coalición que provoca la cultura propia
del joven con la de su grupo primario, nos provoca cierta duda en
cuanto a su actualidad, al menos universal.
Si se
observa un poco, se verá cómo en lugar de darse esta confrontación
de pautas y valores, aparece frecuentemente la idealización de las
conductas adolescentes como modelo,
en lugar de esa antigua e ineficiente que se reconoce en los padres o
el padre. Esto puede ser expresado y aceptado por ambos o por uno
solo de los progenitores, hablando del otro.
Esto
parece ser un modelo social. Después de todo el adolescente no tiene
el mejor cuerpo, no es mas agresivo, no hace las cosas sin pensar
tanto, no disfruta de la vida, no está liberado de tanto prejuicio,
no hace la “suya”...?
Los
medios de propaganda no lo toman acaso como modelo y objeto deseable
a él físicamente y a su “cultura” o mejor dicho la
que le asignan.
En
este aparente reino de la juventud, donde se muestra como ganador
“lo joven”, “el joven” es el verdadero perdedor. Se lo
glorifica pero se lo deja solo, no puede triunfar porque “él es el
triunfo”, se muestran como valores lo que
solo son parte de sus características, (y si
se toma a estos y se los muestra comercialmente no como propios de un
momento de vida crítico sino como verdaderas necesidades para
vivir).
No se
muestra esa enorme energía vital como potencial para utilizarlo
creativamente, se lo muestra como un objetivo
en sí deseado, envidiado y que debe
mantenerse así, sin “bajones”.
La
necesidad de acción física se trastoca en conducta de acción, la
potencia genital en éxito y consumo, la necesidad de separación del
grupo primario en degradación de lo viejo.
La
crítica y el cuestionamiento que necesita hacer, en lugar de
sostenerse como marco para el crecimiento se
lo devuelve tramposamente convertida en aceptación masiva de toda
su conflictiva que en lugar de ser tomada como etapa de crecimiento
se la muestra como forma terminada de vida.
Esto se puede ver a nivel familiar, escolar o institucional.
La
aceptación es doblemente tramposa, ya que por un lado se lo muestra
como “ser terminado”, por ende se le dificulta el proyecto, pero
además la sociedad le reclama cuando esas mismas conductas que apoya
la propaganda, esos mismos ideales, esa misma moral pasatista, son
adoptadas por el adolescente se lo critica e incluso cuando aquel que
tiene una estructura de personalidad proclive utiliza la acción,
(esa misma acción que se legaliza en tantos aspectos), como medio
para satisfacer desajustadamente las necesidades que también se le
imponen, esa misma sociedad pide su castigo.
Llegado
este punto habría que continuar con un análisis mas profundo de los
medios de difusión y las instituciones que se suponen reemplazan la
trama relacional primaria.
EL
SÍNTOMA - QUÉ TRATAR?
Se
mencionaron algunas ideas que apuntan a poder descifrar algunas
pautas que son incorporadas a la relación vincular y a las
relaciones interpersonales de los jóvenes.
Otro
aspecto sobre el cual se debe incursionar es sobre que debería
realizar en un trabajo de prevención primaria. No se trata aquí de
las técnicas, ni el encuadre, ni los objetivos, sino pensar sobre el
elemento posible de ser vulnerable. Luego se verá con qué se lo
vulnera.
El
panorama se presenta complejo. A fin de analizarlo se podría pensar
que cuando aparece un cuadro “patológico”, sobre todo referido a
las manifestaciones actuales más comunes, como la drogadicción, la
violencia o la delincuencia, se pueden distinguir tres elementos:
- Una estructura de personalidad previa
- Una circunstancia desencadenante, que bien puede ser un elemento comercialmente valioso que se promueve como una droga.
- Una cultura que ofrezca como válida y sostenga como válida una determinada modalidad.
Siguiendo
este razonamiento entendemos que la estructura de personalidad tiene
que ver con las primeras relaciones vinculares, infantiles y por lo
tanto no es posible afrontarlas sino desde un encuadre que no
coincide con los recursos de prevención primaria dirigidos al
adolescente.
La
circunstancia que algunos autores llaman desencadenante, es por un
lado aleatoria e imprescindible, y si está vinculada a un elemento
comercial, que buscando como se dijo explotar las características
propias del joven, se introduce en el mercado siguiendo la ética
desde la cual, “lo bueno es lo que se vende mas o mejor”, es
prácticamente imposible considerarla evitable.
El
tercer punto, o sea la cultura que sostiene las posibles modalidades
sintomatológicas, si se considera que es abordable como elemento
desde la prevención primaria.
En
primer lugar, dicho elemento corresponde a este nivel de prevención
porque está presente más allá de que el adolescente, adopte o no
un determinado síntoma. Decimos que está presente como condición
para que aparezca un síntoma o una gama de ellos y a partir de allí
denuncia su presencia e importancia. (Por qué ahora los muchachos
optan por la drogadicción o la violencia, o ambas?).
No
interesa tanto qué ámbito elegiremos para trabajar, pero allí va a
estar presente con sus valores y su código. Aparece engañosamente
disfuncional al sistema cuando es marginal, como el negativo de la
cultura oficial y sin embargo, forma un conjunto indisoluble a veces,
para mantener ese sistema oficial y es absolutamente funcional al
mismo.
En la
necesidad de un recorte espacial propio, en una teoría de la vida
propia, al adolescente se le ofrece una alternativa decorada de
independencia y rebeldía, que muchas veces lo lleva a la dependencia
y a ser un esclavo tan peculiar que paga para mantener su propia
esclavitud y su hambre de muerte. El concepto de cultura que
manejamos en lo expresado es el de cultura como “cultivo”, o sea
la simiente que voluntariamente se siembra y se cuida esperando que
de un fruto, es lo que se coloca en lo profundo para que luego
aparezca algo de lo cual es razón de existencia.
La
cultura de los valores,
que se expresan a través de las actitudes, los modos, el código de
comunicaciones en el endogrupo y con el exogrupo.
Es
muy interesante ver el fenómeno que se produce cuando se
“desmitifica” una actitud cultural que el grupo consideraba
portadora de un determinado valor, mostrándola cuando lo es,
contrapuesta a lo que suponían. Esto solo, muchas veces sirve como
cuña para permitir la palabra del otro de afuera. Para ello por
supuesto, primero hay que brindar la escucha al grupo.
Es
importante observar, cómo a veces aparece una cultura adictiva,
antes que aparezca algún adicto en un grupo.
No se
está planteando en este apartado, oponer a una cultura “marginal”
la cultura “sana” como intento de suprimirla.
Esto no
responde a un principio ético, sino práctico. La experiencia
muestra que cuando se intenta el control o supresión, en general
ocurre un fenómeno de reforzamiento de las modalidades culturales,
que se cristalizan y se polarizan dando a lo que veces solo son
manifestaciones grupales disidentes la consistencia de una
“contracultura” que se generó por presión de otra supuestamente
distinta, pro que adopta conductas y a veces “vicios” muy
similares. (En general conductas de acción). A modo de ejemplo se
puede mencionar lo que ocurre cuando se forman grupos especiales o
brigadas para actuar en contra de alguna modalidad “antisocial”.
Se trata
de actuar sobre la cultura para mostrar cuántos de sus valores son
coincidentes con lo que creen depender los integrantes del grupo y si
son o no funcionales a sus verdaderas necesidades o no tienen
conexión con ellas.
DESDE
DÓNDE HACER Y “CUÁL HACER”
Podría
tener varios ámbitos, el institucional, el comunitario o el
familiar. Sin embargo, y en un relativo “a priori” vamos aquí a
considerarla desde el mismo grupo etario como eje de la
programación. Para mencionar esto, tomamos en consideración que el
trabajo en instituciones, por ejemplo escuelas, o a partir de la
familia, son archiconocidos, o mejor dicho reconocidos, por lo tanto
no creemos que haya que agregar mas a las propuestas desarrolladas,
al menos desde la bibliografía o desde las declaraciones, si bien
tenemos que su extensión en la aplicación es mucho mas escasa que
en las declamaciones y que respecto a las técnicas y metodologías
utilizadas institucionalmente sobre todo, la carencia de formación
es grave.
De
todos modos, se acepta la importancia otorgada a estos ámbitos, no
se desarrolla mas el tema ya que escapa por la extensión que habría
que dedicarle a este trabajo, que incluso por extensión y acción
inversa, enhebra tanto el ámbito familiar como el institucional, si
es que se lo interpreta en todas sus posibilidades.
La
propuesta se refiere al grupo de pares. Al grupo que naturalmente
tiende a formar, y necesita formar el adolescente para reafirmar su
identidad y disminuir su angustia ante la separación de sus padres.
Esto,
ligado al slogan de que “son el futuro de un país o futuros
adultos”, configura una postura ideológica desde la cual se aisló
al adolescente fabricándole un “lugar propio” (que sí lo
necesita), a través de la vestimenta, los clubes, los boliches,
etc., donde pueda hacer lo que quiera y precisamente sentir que al
poder hacer lo que quiere, no es lo que necesita. Es esta una forma,
que comercialmente trae su rédito, de dejarlo “solo”, de
abandonarlo bajo una máscara de libertad.
Repetimos,
necesita su propio espacio, pero no para sentirse recluido en él,
como en un jardín de infantes cultural, necesita reconocerse entre
sus iguales, pero no tanto como para formarle un mundo propio, sino
compartir desde allí el mundo amplio de su realidad histórica.
Necesita jugar roles internos en ese grupo, pero necesita jugar
papeles junto a los adultos que lo guíen, lo valoricen, lo
critiquen, le enseñan, lo quieran, no para invadir masivamente sus
intentos de independencia sino para mostrar opciones de vida.
Pareciera
que esta tendencia “a separar” por un supuesto respeto a las
necesidades de cada edad, se está convirtiendo peligrosamente en un
modo social que bordea el abandono. Abarcó primero a los
adolescentes y llegó hasta los infantes, pero se los respeta tanto
que cada vez se los aleja mas de los padres. En los jardines
maternales, en las habitaciones mas alejadas de la casa, en las
vacaciones, en la cantidad de horas compartidas.
Se
toma solo uno de los elementos del par ambivalente que conforman la
intensa necesidad en cuanto a la independencia - dependencia que
expresa el adolescente. Casi reiterativamente se hace hincapié en
uno solo, sin querer reconocer que son dos pedidos indisolubles que
forman una sola unidad de demanda
y que configura así la verdadera dificultad para los padres y
adultos. Es este el punto crítico donde se dividen las aguas y
aparecen las diferencias entre la contención, la represión o el
abandono (directo o encubierto de libertad) la autoridad o el
autoritarismo, la norma estereotipada o la norma como camino.
La
sutileza retórica de los términos, en este caso no se correlaciona
con la grotesca diferencia entre los resultados logrados en el
desarrollo del adolescente cuando se confunden los mismos en la
relación vincular.
Estas
consideraciones, no son vanas sino que pretender ser el encuadre
general explicativo del por qué y el cómo de la tarea grupal que se
propone. Por eso se dice que no es un grupo terapéutico ni de los
llamados de discusión, o de los últimos inventados como los
recreativos. En todo caso, se toman aspectos de todos, pero como
momentos o técnicas grupales y nada más.
La
propuesta es un encuadre hacia afuera, con una coordinación que
juegue conscientemente como modelo identificatorio de “salida al
mundo”.
El
grupo forma el contexto contenedor directo, sustituto primario,
sostenedor de interjuego y ensayos internos, pero promotor de ensayos
externos en un permanente ir y venir entre los cuales se alimenta el
crecimiento de la confianza, la autonomía y la identidad. No se
trata de reproducir un espacio
se trata de interjugar en la realidad y de contar con un espacio
donde metabolizar, analizar, comprender, reconocer, entender los
logros, las dificultades y la compleja red social en la que estamos
insertos. Se trata de tener una amplia gama de modelos
identificatorios y un lugar desde donde puedan “hablar”. Se trata
de favorecer un proceso natural y necesario desde donde vivenciar las
propias posibilidades juntamente a la necesidad del otro, en un
proceso de complementariedad del cual pueda surgir “el compartir”
como proceso inherente a la humanidad. En lo grupal se vivenciará
como la discriminación dentro de la cohesión.